Obesidad y tercera edad

La llamada “tercera edad” comienza alrededor de los 60-65 años, y en ella se producen cambios físicos debido al desgaste propio de las células; cambios materiales por la pérdida del poder adquisitivo con motivo de una disminución de ingresos; cambios emocionales producidos por la pérdida de seres queridos, etc.

 

En los ancianos la obesidad puede llegar a convertirse en una patología base. Los últimos estudios indican que la obesidad puede acelerar el envejecimiento e incluso puede acelerar la mortalidad.

Según especialistas, de la relación entre obesidad y envejecimiento se desprende que “los obesos envejecen menos, porque viven menos”. Las personas con un IMC superior a 29-30 el crecimiento de la mortalidad es exponencial, al igual que la aparición de complicaciones cardiovasculares, metabólicas e incluso neoplásicas.

La obesidad implica dos tipos de alteraciones graves para el anciano. Por un lado, la complicación de enfermedades como la hipertensión arterial, la cardiopatía isquémica, la diabetes mellitus, trastornos venosos, linfáticos, edemas cutáneos, etc.

Alimentarse de manera adecuada es la primera condición para resguardar la salud, tanto la mala nutrición como la obesidad causan periódicamente muchos problema de salud.

Mantenerse en movimiento es la segunda norma a tener en cuenta para tener mejor calidad de vida. El exceso de reposo puede debilitar los músculos y hacer más lenta la circulación sanguínea.

No es necesario acudir a un gimnasio para realizar una actividad física adecuada; una caminata diaria de al menos 40 minutos ayuda notablemente a controlar la presión arterial y los problemas de corazón. Los paseos en bicicleta, la natación las actividades en el jardín, etc, son buenas opciones para resguardar la salud cardiovascular.

Con el envejecimiento, nuestras venas y arterias se vuelven más sensibles y más predispuestas a ciertas enfermedades, por lo que las alteraciones vasculares son frecuentes en la vejez.

La ejercitación física es uno de los pilares sobre los que se funda una mejor calidad en el último tramo de la vida, que no tiene que estar signado por la enfermedad. Dependiendo del estilo de vida y cuidado personal y social que los ancianos hayan experimentado durante su existencia, un gran porcentaje de ellos podrá disfrutar de buena salud en esta etapa.

Es conocida, además, la relación entre el ejercicio físico y el fortalecimiento delos huesos: la actividad física ayuda a aumentar la densidad ósea (por la activación de la circulación) en todas las etapas de la vida. En la etapa de la vejez, esto adquiere una importancia fundamental para combatir los riesgos de osteoporosis y quebraduras a consecuencia de ésta. Las mujeres luego de la menopausia pueden apoyar con la actividad física la prevención de osteoporosis.

Mayte Morales
maytemoralesalfaro@hotmail.com