05 Jul Bienestar Emocional y Alimentación
Cada vez más estudios están demostrando la relación directa que existe entre lo que comemos y nuestro bienestar emocional. Sin embargo, cuando tenemos elevados niveles de estrés y malestar emocional, es habitual ver que comemos en exceso, ingerimos alimentos más calóricos o menos saludables. Es lo que llamamos «comer emocional«, y tiende a ocasionar sobrepeso y obesidad. También puede ocurrir el caso contrario. Otras personas, bajo esta misma presión, reducen la ingesta y puede provocar problemas de desnutrición.
Se puede comer por ansiedad, por falta de motivación, baja autoestima, malestar sentimental, tristeza, aburrimiento o estrés. Cuando comemos por estas causas, lo que buscamos es una «recompensa», que a su vez puede verse como castigo y esto vicia más el círculo.
La comida puede convertirse en un alivio temporal a un problema, sentimiento o emoción. Esto pasa porque después de saborearla, el cerebro segrega varias sustancias que producen placer, como la dopamina. Esta recompensa es tan poderosa que el cerebro buscará cualquier oportunidad para motivarte a comer ese alimento que produce placer. Las cosas se complican cuando el cerebro asocia este alimento o el hecho de comer con una emoción negativa. Por ejemplo «estar triste y comer galletas» o «estar estresado y comer chocolate«. De esta forma el comer emocional se convierte en un hábito. Como cualquier hábito dañino es importante identificarlo y cambiarlo.
Con frecuencia el hambre emocional se disfraza de apetito. ¿Cómo podemos detectarlo?:
– Reconoce y atiende tus disparadores emocionales: dificultades, miedos, soledad, situación de estrés…
– Prestar atención a una dieta saludable contribuye a equilibrar emociones, ansiedad…
– Las emociones no se sacian hasta encontrar su propio alimento: el cariño, el contacto físico, el ejercicio, la meditación…
– Come de forma consciente: aprecia las texturas al masticar, despacio, saboreando el alimento, sentad@ a la mesa, sin prisa y sin hacer varias cosas a la vez.
Y una vez detectado ¿cómo podemos ponerle freno? ¿Cómo se puede cambiar ese hábito?
El objetivo es cambiar esa rutina que nos hace daño, por otro que te genere la misma recompensa, pero que sea saludable. Es interesante buscar esas recompensas en otros espacios como pasear, bailar, meditar… Cuando sientas el impulso de comer, distrae tu mente con otra actividad. Es decir, cambia la rutina de ese hábito para lograr controlar ese impulso:
– Mantener la mente ocupada: uno de los mejores trucos es distraer la mente con cualquier actividad sencilla como leer, pintar…
– Hacer deporte: practicar ejercicio físico es un hábito muy recomendable para conseguir reducir la ansiedad. También puedes practicar rutinas en las que trabajen cuerpo y mente, como el yoga o el pilates.
– Practicar Mindfulnes: con el objetivo de mejorar la calidad de vida, reduciendo la ansiedad.
– Evitar el azúcar: el hambre emocional está muy relacionado con el consumo de alimentos azucarados.
– Cuidado con los estimulantes: no abusar de cafés, tés, tabaco para engañar al hambre, porque pueden producir el efecto contrario.
– Consumir agua y/o infusiones.
– Consumir proteínas: una buena costumbre es hacer varias pequeñas comidas al día, para calmar el hambre y mantener activo el metabolismo. En este caso, el truco está en tomar proteínas en estas ingestas, ya que serán más saciantes.
– Trabajo personal: hacer un trabajo personal para conocer mejor nuestro malestar emocional, saber su origen, aprender a controlarlo o tolerarlo puede ser el mejor método para abordar nuestro «hambre emocional».
Es evidente que para mantener una buena salud es necesario ingerir variedad de alimentos que aporten los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento de nuestro organismo. ¿Por qué fracasamos a la hora de seguir estas pautas? Muchas veces tiene que ver con las emociones. Los aspectos psicológicos, a veces, no son tenidos en cuenta a la hora de elaborar guías o pautas que tratan de informarnos sobre la importancia de una alimentación adecuada en nuestras vidas. Pero es fundamental conocer estos aspectos en la conducta alimentaria, aprendiendo a manejar emociones y entendiendo su relación con pensamientos, sentimientos y conductas. En resumen, nuestro estado de ánimo afecta a la manera en que nos alimentamos y, a su vez, cómo nos alimentamos afecta a cómo nos sentimos. Encontrar un equilibrio saludable es, por tanto, fundamental para tener una relación positiva con la comida y con nosotros mismos