20 Mar Calorías vacías, ¿qué son y dónde están?
La expresión «calorías vacías» se emplea con frecuencia en el ámbito de la nutrición. Pero, ¿qué significa? Este concepto se refiere a alimentos que aportan una cantidad importante de energía, pero muy pocos nutrientes o ninguno. Este es el caso de ciertas bebidas o alimentos muy azucarados, harinas o azúcares refinados y alcohol. El siguiente reportaje profundiza en este tema, explica qué alimentos son los más tentadores y los más peligrosos por su contenido en calorías vacías, propone pautas sencillas para reconocer cuándo un alimento tiene la proporción adecuada de un nutriente y brinda ideas prácticas para mantener a raya el consumo de este tipo de calorías.
Calorías vacías y azúcares simples
Los azúcares simples (o de rápida absorción) se encuentran de forma natural en algunos alimentos, como la leche (que contiene lactosa) o las frutas (que contienen fructosa). Sin embargo, estos alimentos naturales son también ricos en agua, minerales, vitaminas, fibra y proteínas. Por tanto, el aporte de azúcares simples está justificado, además de proporcionado, en relación a estos otros nutrientes.
El problema radica en el consumo que hacemos de otros tipos de azúcares, bien porque los añadimos de manera voluntaria (azúcar de mesa, miel, mermelada, cacao soluble…) o porque se ha agregado en la elaboración de alimentos procesados, como galletas, golosinas, chocolates, gelatinas o bollería.
Cuando los alimentos que consumimos suponen una ingesta alta de calorías que no se acompañan de nutrientes interesantes, se habla de «calorías vacías». La recomendación para personas de entre 2 y 18 años es que las calorías vacías ingeridas oscilen entre el 8% y el 20% de las calorías totales del día, según la edad. No obstante, el consumo actual ronda el 40%. El exceso es alarmante, entre otras razones, porque los alimentos con calorías vacías incrementan los factores de riesgo cardiovascular, algo que sucede por cuatro mecanismos simultáneos:
- El aumento calórico directo.
- La estimulación del apetito.
- Los efectos metabólicos adversos derivados del consumo de jarabe de maíz (rico en fructosa), que se utiliza en la industria alimentaria.
- El reemplazo de alimentos saludables.
Calorías vacías: los alimentos más tentadores y peligrosos
- Los refrescos. Una lata equivale a unos seis terrones de azúcar. Según estudios de la Universidad de Yale, la probabilidad de que un niño sea obeso aumenta un 60% por cada lata de refresco que consume al día. Esta ingesta también se asocia con enfermedades como la diabetes y, en el caso de las mujeres, beber una lata diaria de refresco aumenta en un 23% el riesgo de padecer enfermedades del corazón.
- Las bebidas «para deportistas», estimulantes o energéticas. Cada vez se comercializan más, con un contenido excesivo de azúcar y, sin embargo, con insuficientes minerales (imprescindibles en la práctica deportiva).
- Los zumos envasados. Se recomienda limitar el consumo de zumos y recuperar la fruta entera, más rica en fibra y con mayor capacidad de saciar.
- El azúcar de mesa. También la miel, el cacao soluble y la mermelada.
- Las galletas, los snacks y las golosinas, así como los dulces, la bollería, los helados y los cereales azucarados de desayuno. Algunos de estos alimentos, además, tienen un alto contenido en grasas saturadas y/o grasas trans y una elevada cantidad de sodio. En general, es prudente desconfiar de los mensajes publicitarios que nos dan estos alimentos («ricos en fibra», «ricos en hierro», etc.) y fijarnos mejor en la etiqueta. Unas galletas, en apariencia, enriquecidas con fibra o vitaminas pueden tener un contenido en azúcares y grasas tan alto que su aporte calórico sea parecido al de una tableta de chocolate. El simple hecho de que un alimento tenga un alto contenido en vitaminas no significa que sea saludable en absoluto si, en paralelo, contiene una excesiva cantidad de azúcar.
- El alcohol. Una lata de cerveza (con alcohol) o una copa de vino aportan unas 85-100 kcal que no son utilizables por el músculo. Además, la cerveza añade el azúcar de la malta que se produce durante el proceso de fermentación. Aunque la cerveza contiene vitaminas del grupo B y ácido fólico, y el vino tinto alberga fenoles antioxidantes, cabe destacar que el exceso de alcohol disminuye el aprovechamiento de nutrientes que nos aportan los alimentos (proteínas, hierro, vitaminas del grupo B, calcio…), al punto de causar carencias y desnutrición. Con ello no quiero decir que sea malo consumir cerveza o vino, todo lo contrario, es recomendable su consumo pero de una forma moderada, y si no queremos tomar estas calorías vacías, siempre podemos optar por la cerveza sin alcohol o el mosto.
Ideas prácticas para mantener a raya el consumo de calorías vacías
- El azúcar y sus derivados son alimentos incompletos que deben restringirse en favor de otros que aporten hidratos de carbono complejos y nutrientes como proteínas, vitaminas o minerales, indispensables para el buen funcionamiento del organismo. Por ello, siempre hay que estar atentos al consumo de calorías vacías, en especial, ante los denominados grupos de riesgo destacados por los nutricionistas: niños, adolescentes, embarazadas, lactantes y ancianos. En estos casos, los aportes correctos de nutrientes son esenciales. Las siguientes son algunas ideas para tener en cuenta:
- «Mamá, papá, prefiero agua«. Este es el eslogan de una campaña que se desarrolla desde hace seis años en Argentina, después de que el CESNI (Centro de Estudios Sobre Nutrición Infantil) hiciera el estudio HidratAR. La investigación señalaba que, de los 2,05 litros de líquidos que se consumían de promedio cada día, tan solo el 21% era agua pura.
- En la misma línea, de acuerdo con el Instituto de Investigación en Nutrición Infantil de Dortmund, Alemania, si se colocaran fuentes de agua potable en las escuelas, el riesgo de sobrepeso se reduciría un 31%.
- Para los adultos, el agua, los tés de hierbas sin azúcar y la leche desnatada son buenas opciones, según el Instituto Americano de Cardiología. Además, la leche aporta calcio, magnesio, cinc y vitamina A.
- Otra idea interesante es la ‘Iniciativa de equipo saludable’, promovida por la Universidad de Arizona para el Condado de Pima. El objetivo es concienciar a los padres de unas buenas prácticas en la recuperación nutricional de sus hijos después de la práctica deportiva. A menudo, los padres justifican dar a los atletas jóvenes snacks poco nutritivos, con mucha grasa y azúcar, porque piensan que los niños queman muchas calorías en el campo de juego y necesitan esa energía. El problema es que se sobrevalora el número de calorías que se queman y se minusvalora las que contienen los snacks. Por ello, se informa a los padres sobre las calorías que se queman en el campo de juego y las proporcionadas por los snacks más populares. Un niño de 12 años que pesa unos 40 kg consumirá 160-170 kcal en un partido de baloncesto o fútbol (30 minutos), mientras que con una chocolatina de 45 g obtendrá 230 kcal vacías y con un refresco, 150 kcal vacías. No se trata solo de reemplazar las calorías gastadas, sino de la calidad de las calorías, que han de ser nutritivas.
- Recordar que no hay un consumo aceptable o recomendado de refrescos, según el departamento de Salud Pública de California. Cualquier ingesta, no importa la proporción, puede ser perjudicial para el ser humano.
Cómo saber si un alimento tiene la proporción adecuada de un nutriente
Para empezar, es necesario que la etiqueta nos informe del porcentaje del nutriente según las recomendaciones diarias de consumo.
- Si un alimento tiene un valor diario de 5% o menos de un nutriente, se considera que tiene un bajo contenido de tal nutriente.
- Se estima que un alimento es una buena fuente de un determinado nutriente si su valor porcentual diario oscila entre el 10% y el 19%.
- Si el alimento contiene un 20% o más del valor diario recomendado, se entiende que es una excelente fuente de ese nutriente.
Ya se que muchos de los datos expuestos no corresponden a nuestro país, pero me parecía interesante el artículo por el mensaje que nos da: es interesante leer las etiquetas de los productos procesados que compramos y saber qué es lo que necesitamos en cada momento.
Espero que os haya resultado interesante y os dejo el enlace del artículo por si quereis saber más.
http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/2013/02/01/215587.php