16 Jun Deshidratación en las personas mayores
Nuestro organismo controla la hidratación de manera muy eficaz. Tenemos un conjunto de sensores que ayudan a controlar nuestro nivel de hidratación. La pérdida de líquidos dispara una catarata de señales que alertan al centro de la sed que está ubicado en nuestro cerebro. Este nos obliga a beber.
Cuando nos hacemos mayores, este mecanismo deja de funcionar correctamente. Los mayores beben poco, mucho menos de lo que su organismo precisa. La sensación de sed es un mecanismo que apenas les funciona. Sufrir deshidratación no solo les causa importantes daños físicos, también afecta a la función cognitiva y, lo que es más novedoso, a su estado de ánimo.
Los problemas físicos de la deshidratación no empiezan con una falta de líquido elevada (a partir del 8-10% hay riesgo de muerte), sino que la deshidratación ligera (1-2%) ya puede afectar al rendimiento, a la memoria, a la coordinación motora y provocar fatiga.
Esto es más peligroso si el que sufre esa deshidratación leve es un anciano que no pone remedio, ya que su cerebro no manda la orden de beber y se puede pasar a una deshidratación severa.
Si el mayor no bebe regularmente puede alterar todos sus procesos fisiológicos, desde el sistema circulatorio, vascular, cerebro, riñones…, se puede alterar la función cognitiva provocando incluso riesgo de sufrir accidentes con consecuencias nefastas para una persona mayor.
¿Por qué los mayores beben poco?
Hay varios factores que influyen en la menor ingesta de líquido, por parte de los mayores, como el hecho de no sentir sed, el miedo a la incontinencia urinaria, o el miedo a atragantarse.
A los ancianos se les atrofia el centro de la sed, al igual que se les atrofian otros mecanismos, como las papilas gustativas. Este trastorno se conoce como hipodipsia y suele estar relacionado con una disminución de la neurona u osmorreceptor de la sed en el hipotálamo. Es un mecanismo que incluso no funciona del todo bien en adultos, a veces cuando sentimos sed ya estamos algo deshidratados.
Los ancianos parece que no necesitan beber y sí lo necesitan; hay que estar pendiente de ellos ofreciéndoles líquido regularmente. La sequedad de la piel y los ojos hundidos son síntomas físicos de deshidratación, así como el color oscuro de la orina.
Pero también influye en el anciano el miedo a la incontinencia urinaria, el temor a levantarse de noche al servicio y sentir molestias o dolores.
La disfagia o problema para tragar es otro aspecto que les hace no beber. Tienen miedo a atragantarse. En muchas ocasiones les resulta más complicado tragar líquidos, que semilíquidos, como purés o yogures.
Los especialistas recomiendan estar más pendientes de que los ancianos consuman las dosis recomendadas (las mismas que para un adulto, 2 litros en las mujeres y 2,5 litros en los hombres, tanto de agua como sopas, consomés, leche o infusiones) que esperar a que tengan sed y lo pidan, porque es posible que pasen horas y no sientan la necesidad de beber.
Es de vital importancia mantener una buena hidratación de nuestros mayores, para que se encuentren en la mejores condiciones, tanta física como mentalmente.