Ponerse a dieta tras el verano, no siempre funciona

Hacer dieta pero no adelgazar es una realidad para muchas personas que siguen dietas estrictas, improvisadas y sin el asesoramiento profesional adecuado.

Tras el periodo estival, los estragos de unos hábitos dietéticos inadecuados son más patentes. Es entonces cuando se retoma la intención de cuidar la alimentación para bajar de peso. Sin embargo, hacer dieta pero no adelgazar es una de las consecuencias de seguir regímenes hipocalóricos improvisados y sin asesoramiento profesional.

Con frecuencia, la estética es uno de los principales incentivos para ponerse a dieta, en lugar de primar la salud, por lo que ni el método escogido para adelgazar ni los resultados son a menudo los adecuados. Lo sensato y saludable es plantearse si merece la pena seguir, año tras año, en este círculo vicioso, que lleva a querer adelgazar más por las tendencias y las modas, que por necesidad. Si se precisa perder peso, ponerse en manos de un profesional es una garantía para evitar el temido »efecto rebote» o »yo-yo», es decir, la imposibilidad de mantener el nuevo peso, junto con la recuperación rápida y no deseada de los kilos perdidos.

  • Cambios continuos de peso

Es habitual creer que el peso se gana de manera rápida, mientras que perder el exceso de kilos supone tiempo y esfuerzo. Diversos estudios científicos, rigurosos en su metodología, han puesto de manifiesto cómo se originan los cambios en el peso de las personas durante la vida. Han concluido que el aumento coincide en muchas ocasiones con momentos concretos, como la madurez, la independencia (comenzar a vivir por cuenta propia, casarse, etc.) o el asentamiento social. Al mismo tiempo, los cambios en el peso son, pese a la creencia habitual, lentos e inexorables. Un aumento de 0,7 kilos por año en una persona de 25 años que pese 73 kilos, se traduce en un peso de 73,7 kilos en el primer año, un cambio en principio nada preocupante. El segundo año, esta cifra asciende a 74,3 kilos y así de manera progresiva hasta que, al cabo de 10 años, esta persona pesaría 80 kilos. Esta cifra se interpreta como un moderado sobrepeso que, si no se frena a tiempo, conduciría a un caso de obesidad.

Los pequeños cambios que, en un principio no son suficientes para generar alarmas, sí lo hacen al cabo de unos años. Ocurre además que, para estos cambios, no es nada efectivo a largo plazo adoptar medidas puntuales y pasajeras que cada cuatro meses traten de poner freno a esta tendencia. Los propósitos de Año Nuevo, la »operación bikini» de mayo y la vuelta a la normalidad en septiembre no funcionan, en particular, si los criterios empleados para hacerlo no implican una reconducción de los hábitos y estilos de vida hacia otros más saludables. Aunque es poco frecuente ganar 0,7 kilos por año, este dato ilustra la importancia de las pequeñas ganancias ponderales a largo plazo, así como la ineficacia de maquillar un estilo de vida inadecuado, con acciones puntuales durante varias semanas.

La ansiedad es una de las sensaciones de preocupación que experimentan muchas personas cuando comienzan una dieta de adelgazamiento. Algunos planteamientos dietéticos demasiado estrictos generan tal desasosiego, que se expresa con cambios biológicos y físicos, como el aumento de adrenalina. Esto reduce la capacidad para el autocontrol y favorece la perpetuación de los comportamientos insanos, como comer demasiado o a deshoras. En estas circunstancias, un asesoramiento dietético correcto es fundamental para evitar la ansiedad si se sigue una dieta de adelgazamiento. El dietista-nutricionista, además, tiene la facultad, la aptitud y el conocimiento de enseñar modos de reducir las calorías de la dieta cada día sin que el cambio, aunque relevante, resulte incómodo y poco práctico, sino todo lo contrario. Es el comienzo de la modificación de hábitos hacia unas costumbres más saludables que se puedan perpetuar a lo largo de la vida.

Fuente: Consumer.es

Cesar es ahora: Domesticus McFly
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